Desinformación y algoritmos: cómo enfrentar su impacto en la democracia chilena

Las fake news están moldeando la opinión pública en América Latina y Chile no es la excepción. En el último webinar de Wapor, expertos advirtieron que el fact-checking no ha sido suficiente para combatir la desinformación y proponen fortalecer la alfabetización digital, regular las plataformas y promover fuentes confiables de información.

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Desinformación y algoritmos: cómo enfrentar su impacto en la democracia chilena

La desinformación ha sido indicada como el principal riesgo global para 2025, por encima incluso de los conflictos armados y las crisis ambientales, de acuerdo al último Informe de Riesgos Globales publicado por el Foro Económico Mundial. En este contexto, Wapor Latinoamérica realizó el pasado 20 de febrero el webinar “Desinformación y algoritmos en la formación de la opinión pública”, donde expertos analizaron la relación entre la tecnología, la desinformación y la democracia.

Quiénes comparten noticias falsas: hallazgos clave

En la instancia, Vladimir Gramacho, profesor adjunto en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Brasilia, presentó un estudio que analizó los perfiles de quienes difunden desinformación. “Aunque se cree que los jóvenes y los hombres son los mayores propagadores, los datos muestran que los adultos mayores son más vulnerables”, explicó.

Además, el estudio reveló que las personas con menor nivel educativo y socioeconómico tienen una mayor propensión a compartir información errónea. Asimismo, quienes confían en medios de comunicación tradicionales tienden a compartir menos noticias falsas.

El impacto de la desinformación en un año electoral en Chile

Con las elecciones presidenciales y parlamentarias este 2025 en Chile, la presencia de desinformación en el debate público se convierte en un desafío prioritario. Los expertos en el webinar de Wapor advirtieron que la manipulación informativa puede comprometer la transparencia electoral y erosionar la confianza en las instituciones democráticas. Para combatir la desinformación, coincidieron que se requiere un enfoque integral que vaya más allá de la práctica de fact-checking.

Vania Baldi, profesor del Departamento de Sociología del Instituto Universitario de Lisboa, destacó la importancia de educar a la población en competencias digitales y fomentar el pensamiento crítico para que los ciudadanos puedan identificar y cuestionar información falsa. “Nuestra atención está fragmentada. Decidimos en menos de tres segundos si una fuente es confiable y compartimos noticias sin leerlas. Esto nos convierte en consumidores pasivos de información”, señaló.

Por su parte, Ricardo Fabrino, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Federal de Minas Gerais, enfatizó en la necesidad de regular las plataformas digitales y los algoritmos que amplifican la desinformación, promoviendo mayor transparencia y equidad en la distribución de información. “Los algoritmos pueden reforzar desigualdades y erosionar la privacidad. Democratizar los algoritmos es imprescindible para la supervivencia de la democracia”, afirmó.

En esta línea, Baldi destacó la importancia de que las nuevas tecnologías incorporen principios de bien social. “Recuperar el protagonismo de la política significa que los diseñadores tecnológicos deben priorizar el impacto positivo en la sociedad. Por ejemplo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU podrían integrarse en la arquitectura de la inteligencia artificial para garantizar procesos alineados con estos principios”, explicó.

Asimismo, los especialistas destacaron la necesidad de fortalecer los medios de comunicación tradicionales, incentivando el consumo de información basada en evidencia y el periodismo de investigación.

En un contexto donde las noticias falsas son utilizadas como herramienta de influencia política y social, los académicos coincidieron en la urgencia de recuperar el protagonismo de la política en la era digital. A modo de conclusión, subrayaron la necesidad de garantizar que la tecnología sirva al fortalecimiento de la democracia, en lugar de contribuir a su fragmentación.

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