Más jóvenes votando y menos electores sobre los 60 años. Conversamos con el académico de la Escuela de Gobierno y del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica, Juan Pablo Luna, junto a los socios AIM y expertos electorales, Ramón Cavieres y Axel Callís, sobre la participación electoral en el plebiscito 2020, la volatilidad electoral en el país y la crisis de los partidos.
El 25 de octubre de 2020 sin duda fue una jornada histórica para Chile. A un año de las movilizaciones que configuraron el Estallido Social, estas elecciones convocaron a 7.511.123 votantes, siendo el evento electoral con mayor participación (51,9%) desde que se instauró el voto voluntario en 2012.
El fin del voto obligatorio marcó un antes y un después en el comportamiento de los votantes chilenos. “Se pensaba que con la inscripción automática y voto voluntario se iban a mantener los porcentajes de votación que existían antes, pero en los hechos se ha demostrado que no es lo mismo”, explica Ramón Cavieres director ejecutivo de Activa.
“Cuando se genera el voto voluntario, salen más de dos millones de personas que votaban regularmente y entra un millón 400 mil personas que esencialmente eran jóvenes. Desde ese entonces, hay un grupo de aproximadamente 5 millones de personas que son votantes estables de las elecciones y lo que varía es lo que va de estos 5 millones hacia arriba. Ahí entran y salen grupos de personas”, detalla Axel Callís, director de TuInfluyes.com.
¿Qué cambió en el plebiscito de 2020?
Uno de los principales cambios de los que da cuenta las Estadística de Participación Electoral publicadas por el Servel en relación al plebiscito de octubre de 2020, es la disminución de la participación de los mayores de 60 años y la masiva entrada de jóvenes.
Al comparar la participación en el plebiscito con la registrada en las elecciones presidenciales de 2017, se observa una caída de 18 puntos en la votación de las personas entre 75 y 79 años. Al mismo tiempo, se muestra un crecimiento de 21 puntos en la participación de jóvenes entre 20 y 24 años y de 20 puntos para el rango entre los 18 y 19 años.
“Lo fundamental de estas elecciones es que se incorporan jóvenes de sectores populares. De alguna manera se da una politización de grupos que antes participaban de la política desde las bases o desde la protesta, pero que no estaban activados electoralmente”, explica Juan Pablo Luna, académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica.
Para Axel Callís, la permanencia de estos jóvenes en los procesos electorales va a depender, en gran parte, de lo que ocurra con procesos como la Asamblea Constituyente. “Si las personas sienten que votar sirve, este segmento va a seguir votando. Pero si percibe que el voto no genera ningún tipo de cambio va a derivar a formas abstencionistas. Fue lo que sucedió con más de un millón de personas que después del plebiscito y la elección presidencial del 89 dejaron de votar. Cuando la alegría no llegó, quedaron atrapadas en el padrón dando excusas para no votar. Ellos son los primeros que se van cuando se libera el padrón al voto voluntario”, afirma el director de TuInfluyes.com.
Por otra parte, de acuerdo a los expertos, la baja en la participación de los mayores de 60 años se debió principalmente al temor a posibles contagios por COVID-19 durante el proceso de votación. Por ende, consideran que la mayor parte de este electorado retornará a las urnas una vez que termine la pandemia. “La gente mayor tiende a ir a votar, tiene ese hábito. Siempre va a votar más que los jóvenes. Tiene que ver con un tema de educación, lo estamos viendo en la vacunación, la gente mayor se va a vacunar”, ejemplifica Ramón Cavieres.
Qué nos dice esta elección sobre el futuro
Luego de la publicación de los datos de participación electoral en el plebiscito 2020, una de las grandes preguntas que queda es cuánto de esta nueva configuración en el electorado permanecerá en nuevas votaciones.
A juicio de los expertos aún es difícil proyectar esto. “El votante chileno hoy está súper volátil producto del voto voluntario y la pandemia. El electorado tiene que ver con el tipo de elección y con el atractivo que tenga el cargo. No es parejo. Lo que sabemos es que para las elecciones presidenciales vota entre un 40% y un 50%, dependiendo de si es primera o segunda vuelta. La Asamblea Constituyente se comportó como una presidencial y votó del orden de un 46%. En las elecciones municipales el electorado se mueve del orden del 36% y para elecciones de gobernadores no vota más allá del 20%”, puntualiza Cavieres.
También, aún sería prematuro proyectar qué pasaría con la aprobación del voto obligatorio, aunque para los expertos todo dependerá de si esta normativa considerará multas o no. “En Chile hay una abstención contingente que corresponde a personas que no votan porque no les es fácil votar: los locales quedan lejos, no hay locomoción, no tienen plata o trabajan. Pero hay otro grupo grande que no le interesa. Salvo que pongan multas muy altas, cosa que no creo que vaya a ocurrir, no van a ir. Personalmente creo que la ley tiende a tapar el síntoma y la enfermedad”, estima Axel Callís.
Un sistema en crisis
En tanto, para Juan Pablo Luna, autor del libro “En vez del optimismo: Crisis de representación política en el Chile actual” (2017), lo que se observa en el país va en la línea de fenómenos globales, aunque con ciertas diferencias. “Los partidos están en crisis en todo el mundo. Lo que es particular de Chile es que teníamos un sistema que había resistido al cambio y a la adaptación de forma muy artificial con un sistema electoral que protegía a los incumbentes y un sistema de voto voluntario que descomprimía la demanda de cambio por la vía de la no participación electoral”, explica.
A juicio del politólogo, el voto obligatorio en Chile podría generar dos tipos de escenarios: el surgimiento de un liderazgo hegemónico que movilice a la gente descontenta a favor de una candidatura que prometa cambios radicales, o bien, un escenario de fragmentación del electorado.
“Hace años que estoy diciendo que hay que mirar más a Perú porque es la versión exagerada de lo que vemos en otros sistemas políticos latinoamericanos. En ese país hay un proceso de fragmentación polarizada que me parece es un ejemplo de las cosas que pueden pasar acá con el proceso de descentralización. En Perú los sistemas políticos locales se desalinean completamente del sistema de partidos nacional y en gran medida, todos son independientes y los partidos políticos son cáscaras vacías a disposición de quienes quieren competir electoralmente y tienen recursos para comprarlas. Con atenuantes y diferencias de nivel, creo que ese es un camino bien factible para Chile. Me parece que el sentido del cambio es hacia la peruana”, finaliza Luna.